miércoles, 26 de enero de 2011

DIALOGO DE ESPERANZA

¡Qué lejos, Madre, te he sentido,
cuánta distancia he querido abrir
entre tú hogar y mi hogar,
entre tus brazos y mi corazón,
entre tu Basílica y mi alma!

Han sido, días difíciles,
días de prueba, de dolor,
en los que he querido
ser demasiado hombre,
y me he dado cuenta
que sin tu mirada,
que sin tí no soy nada,
y al darme cuenta
Madre de la Esperanza,
me he llenado de pena,
y te he mirado a la cara,
esperando en tu mirada,
un reproche, un mal gesto,
y sólo he encontrado la dulzura
de tu mirada, tu maternal sonrisa,
tus brazos abiertos
esperando, siempre mi presencia,
a pesar de tanta ausencia,
a pesar de tanta senda por mi abierta,
tu siempre esperando,
y segura de mi vuelta.

Y, ahora, Madre, que estoy,
de nuevo, en tu presencia,
sólo puedo decirte
que no me dejes,
que seas mi guía,
mi cirineo y lazarillo
para no alejarme demasiado,
si otra vez, la barca es movida
por las temibles olas del dolor,
de la casa del Padre,
de tu casa Madre.

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL