miércoles, 22 de junio de 2011

DIALOGO CON LA MACARENA




Quiero dar las gracias a Loli Garrido por esta imagen que ilustra este Dialogo de hoy, creo que esta imagen dignifica más que ninguna otra lo que mi corazón no puede expresar con palabras en este día. Gracias Loli y este dialogo va para ti.





Madre, llegado un nuevo otoño,
vestidos de añoranza los árboles,
vuelve, tras mucho tiempo,
a remover las tierras de mi corazón,
ahora, en silencio barbecho,
después de muchos veranos en secano.

Limpia esta tierra,
de las piedras y guijarros
que han ido posando en ella
las tormentas de agosto,
las lluvías de otros otoños,
de otras primaveras.

Abona de Esperanza esta tierra,
surcada por tus manos,
y planta en ella, de nuevo,
Madre, este nuevo otoño:
la palabra de tu Hijo.

Ven, de vez en cuando,
a cuidar, en las tardes de invierno,
tu siembra, para que el frío no la dañe,
y al llegar la primavera,
la tierra pueda germinar en fruto nuevo.

Hortelana del cielo,
cuando llegue la primavera,
riega la siembra de este huerto,
con el Agua de la Acequia
que Pilato sentencia.

Cuando germine la espiga,
Segadora de San Gil,
en granos de nuevo trigo;
corta con tu hoz las espigas,
llévalas al molino
para que la piedra muela
la semilla que tu plantaste
y se convierta mi corazón
en nuevo Pan, en las manos
de tu Hijo, Madre de la Esperanza,
para que vuelva a ser sentenciado,
una vez más, en una nueva Eucaristía.

miércoles, 15 de junio de 2011

DIALOGO CON LA MACARENA





Así, es como te necesito, Madre,
cercana, a pesar de las velas,
próxima, a pesar de los cirios,
senda que me lleva a Jesús
a pesar de los guijarros,
a pesar de las caídas,
tú eres el mejor camino
para a tu Hijo, llegar.

Al llegar la noche,
con el último rayo del sol,
y antes de aparecer
la primera estrella del cielo,
tu sonrisa embaraza de esperanza,
anuncia ya la Aurora de un nuevo
amanecer, de la manaña.

Ante el frío siempre nuevo
de un presentido otoño,
tus manos me dan cobijo,
cubriendo mi desnudez
cada nueva noche,
cuando desde el lecho
te llamo, con el mismo
nombre que Jesús: Madre.

Ante el amargo sabor
de las olas del mar,
tiendo mis manos a tus manos,
y tiendóndome tu panuelo,
enjugas mis lásgrimas
y me regalas un nuevo beso
y me das fuerza para reanudar
mi camino cada mañana.

miércoles, 1 de junio de 2011

DIALOGO CON LA MACARENA



Tus plantas, Madre, no necesitan
ricos damascos, ni orópeles,
tus plantas necesitan una alfombra
tejida con el fruto de la abeja
por tu barrio y hermanos
en una Noche de primavera.

No necesitas, Madre,
exóticos áromas,
traídos de más allá del Oceano,
o en Caravanas de la India,
pues sólo con los pétalos
del azahar que florece,
cada año, en primavera,
ya te sientes dichosa.

No necesitas, Madre,
que un ofebre juegue
con oro, plata, diamantes,
para ofrecerte una presea,
pues ¡qué mejor corona,
para ceñir tus sientes,
Madre Macarena,
que el corazón de tus hijos,
de tu barrio, de tus hermanos!

¡Qué puedo darte, Madre,
para embellecer tu rostro,
si en él, se refleja el cielo
y ante la muerte, como Macareno,
sólo espero llamar a la puerta
de la Casa del Padre,
un día de otoño, o invierno,
y qué seas tu quien me abra!

¡Qué más puedo anhelar
y esperar que esa hora,
¡dichosa hora!, en que
ya nadie pueda separarme
de mi Madre del Cielo!

¡Qué más puede hacer dichosa
esa gloriosa hora,
que sentirse en el cielo
con su Madre Macarena!