miércoles, 2 de febrero de 2011


Ahora, que la noche avanza,
que la luz de la aurora
aún no pueble el cielo de la noche
con nuevas esperanzas,
un golpe de martillo
para tu paso ante mí,
en cualquier calle de Sevilla.

Y mientras estás parada,
al calor de las velas,
todas encendidas,
que iluminan tu rostro
que consuelan tus lágrimas
con promesas y palabras
de hijos que saben hablarte
mejor que yo lo hago.

Quisiera preguntarte,
en esta nueva Madrugá,
¿Qué has visto en mí, Madre,
para aceptarme como hijo,
con mis fallos, y mis errores?

Quisiera preguntarte,
Madre de la Esperanza,
¿Por qué a pesar,
de mis imperfecciones,
has llenado mi alma
con las flores que hoy te ornan?

¿Por qué me has regalado
para vivir, las más hermosas flores,
con las más hermosas espinas
para hacer mi camino,
para sentirte más próxima?

Y, la mano del capataz,
siempre presente,
golpea el martillo
y el palio se pone en píe,
me miras en la noche
y antes de que salga el sol
me respondes:
Soy tu Madre.

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